- ¿Mi nombre?
- Sí, tu nombre.
- No te va a decir nada.
- Si no me lo dices, seguro que no.
Escritor a tiempo completo
- ¿Mi nombre?
- Sí, tu nombre.
- No te va a decir nada.
- Si no me lo dices, seguro que no.
Nací sin ojos. Es un hecho, como tantos otros hechos indiscutibles hay en esta vida. Como el sol encima nuestro en el cielo o el viento entre las hojas en otoño. No hay nada que podamos hacer ante algo así.
Hoy hay algo extraño. Lo siento en los dedos de los pies al restregarlos por la moqueta. Lo siento en el despertador que dejo sonar más de medio minuto antes de apagarlo, creyendo que de alguna forma se detendrá solo. Miro mi casa vacía, como siempre, y me digo que tengo que tengo que sacar tiempo para pasar el aspirador y quitar el polvo. La mugre se acumula en los intersticios de las baldosas del baño y la lechuga de la nevera tiene más hojas marrones que verdes. Sé que es un pequeño desastre, pero pienso, como he hecho con el despertador, que si lo dejo en paz, se solucionará sin mi intervención. No sé porqué lo pienso, pero es así. Hoy hay algo extraño.
No sé de donde salen todas esas mujeres. A veces, cuando una de ellas está tumbada a mi lado tras una clásica sesión de metesaca trato de evocar dónde y cómo la conocí, y no me avergüenza decir que no siempre tengo éxito. Parecen materializarse a mi lado en el sofá mientras bebo mi último pack de seis cervezas. Me dicen:
- Bueno chico, cuéntame tu historia.
- ¿Qué te hace pensar que tengo una historia que contar?
- Hasta el más mísero e insignificante de los hombres tiene una historia que contar.
- ¿Qué te hace pensar que te la querría contar a ti?
- ¿Ves a alguien más por aquí?
Pues resulta que una mujer se me acerca en un bar y me da dos besos y me dice coño Marcos qué haces aquí no te veía desde Berlín como estás te veo muy bien y yo por supuesto no me llamo Marcos y por supuesto no he estado nunca en Berlín