Me levanté por la mañana y la encontré. El extremo de una cuerda atada a la pata de mi cama. La sostuve unos segundos en mis manos. Parecía vieja y áspera, como el cabo de un barco empapado de salitre. La seguí con la mirada y vi que el otro extremo no parecía llegar a ningún lado, tan solo salía de mi dormitorio hacia el salón. Allí descubrí que continuaba hasta la puerta de la calle. Bajé las escaleras dejando que la cuerda se deslizase por la palma de mi mano. No estaba asustado. Por alguna razón su contacto me hacía sentir seguro, como asido a un flotador en medio de la marea. Lo que me daba miedo era soltarla.
Thursday, April 30, 2009
Subscribe to:
Posts (Atom)