- Bueno chico, cuéntame tu historia.
- ¿Qué te hace pensar que tengo una historia que contar?
- Hasta el más mísero e insignificante de los hombres tiene una historia que contar.
- ¿Qué te hace pensar que te la querría contar a ti?
- ¿Ves a alguien más por aquí?
- Es por una mujer.
- Siempre es por una mujer.
- Yo la quería.
- ¿Y ella a ti?
- Sí.
- Entonces, ¿cuál era el problema?
- No lo sé. Quizá no saber cual era el problema era el problema.
- Quizá.
- ¿Crees que me serviría de algo saber en qué falló?
- A lo mejor para la siguiente vez.
- ¿Y para ésta?
- Ésta ha terminado.
- Lo sé.
- Pero no lo aceptas.
- No.
- ¿Por qué?
- Me gusta pensar que todavía queda esperanza.
- La esperanza es un buen desayuno, pero una mala cena.
- El solo pensar que aun no está perdida es lo único que me sostiene.
- ¿Qué te hace pensar que no está perdida?
- Ella aun me quiere.
- Y tú, ¿la quieres a ella?
- Demasiado.
- No se puede querer demasiado.
- Claro que se puede. Se puede querer demasiado poco.
- Pero no es tu caso.
- No.
- Ni el de ella.
- No.
- No veo el problema entonces.
- Yo tampoco.
- Podrías hablar con ella.
- ¿Crees que no lo he intentado?
- No lo habrás intentado todo.
- ¿Por qué lo dices?
- Si lo hubieras intentado todo, no tendrías ya esperanza.
- Es cierto.
- Sé que lo es.
- Ella no quiere hablar conmigo.
- ¿Por?
- Dice que necesita tiempo.
- ¿Tiempo para qué?
- Creo que para pensar.
- Pensar es lo contrario a sentir. Cuando uno piensa, no siente. Pensar es tratar de sentir con la cabeza.
- Ella cree necesitarlo.
- Quizá te de esté dando tiempo a ti.
- ¿Para qué?
- Para sentir.
- Ya lo siento.
- ¿Se lo has dicho?
- No.
- ¿Por?
- Tengo miedo.
- ¿De que ella no sienta igual que tú?
- Exacto.
- Pero has dicho que aun te quiere.
- Sí.
- No lo comprendo.
- Puede quererme y aun así preferir que esté lejos de ella.
- Si supieras que ella quiere estar lejos de ti, ¿la dejarías alejarse?
- Supongo que sí.
- ¿Por qué?
- ¿Qué remedio me queda?
- Puedes quedarte a su lado aunque a ella no le guste.
- No quiero hacer eso.
- ¿Por?
- A veces puedes querer a alguien tanto que desees que esté bien aunque sea sin ti.
- ¿Puedes?
- Claro que puedes.
- ¿Quieres?
- Si ella quiere estar sin mí, quizá sea lo mejor.
- ¿Te haría eso feliz?
- ¿Qué ella estuviera mejor sin mí?
- Sí.
- Sí.
- ¿Podrías aceptarlo?
- No lo sé. Quizá me destruiría.
- ¿Cambiarías tu destrucción por su felicidad?
- Desde luego.
- La quieres más que a ti mismo.
- Mucho más.
- Quizá ese era el problema.
- ¿Tú crees?
- Quizá esperas que alguien te quiera lo que tú no eres capaz de quererte.
- Es difícil quererse uno mismo.
- ¿Por qué?
- Nos conocemos demasiado a nosotros mismos. Sabemos todos nuestros defectos.
- ¿Conocías los defectos de ella?
- Sí.
- ¿Y la querías a pesar de ellos?
- La quería por ellos.
- ¿Por qué?
- Son los defectos lo que nos hace humanos. Si puedes querer a alguien por sus defectos, podrás quererle para siempre.
- ¿Tú la quieres para siempre?
- Sí.
- ¿Aunque eso implique que no esté a tu lado?
- Si tiene que ser así, que así sea.
- Ya tienes tomada la decisión.
- La tengo tomada.
- Pero sigues sufriendo.
- Sí.
- ¿Por qué?
- Sufro para que ella no lo haga.
- Ella también sufre.
- Se sobrepondrá. Es una mujer fuerte.
- ¿Y tú? ¿Eres un hombre fuerte?
- No sin ella.
- ¿Qué te queda, entonces?
- Todo lo que vivimos juntos.
- ¿Podrás vivir con ello?
- Gracias a ello.
- Eso es lo que has ganado.
- No pienso en lo que he ganado.
- ¿En qué piensas?
- En todo lo que perderé.
- No puedes perder lo que nunca has tenido.
- Claro que sí. Pierdo cada noche que no paso a su lado.
- Si tú pierdes, ¿ella gana?
- Nadie gana nunca.
- Entonces todos pierden.
- Supongo.
- ¿Qué es lo que más echas de menos?
- Sus sonrisas.
- ¿Sus sonrisas?
- Sí. Cómo sonreía al verme y lo especial que me hacían sentir.
- Ahora harán sentir especiales a otros.
- Es posible.
- Entonces no se han perdido.
- Para mí sí.
- Unos pierden, otros ganan.
- Para que unos ganen, otros tienen que perder.
- Tú pierdes.
- A ella.
- Llámala y díselo.
- ¿El que?
- Que para que ella gane, tú estas dispuesto a perder.
- Quizá lo haga.
- ¿Cuándo?
- Cuando reúna el valor.
- ¿Cuándo será eso?
- Puede que nunca.
- Sería una pena.
- ¿Por qué?
- Porque entonces nunca lo sabrías.
- ¿El qué?
- Si ella siente lo mismo que tú.
- Tienes razón. Voy a llamarla.
- ¿Ahora?
- Antes de que cambie de opinión.
- ¿Ella o tú?
- Ambos. ¿Me esperarás?
- Esperaré.
- ...
- ...
- ...
- Ya he hablado con ella.
- ¿Y?
- Ha sido raro.
- ¿Lo ha sido?
- Era como hablar conmigo mismo.
- ¿Contigo mismo?
- Ella tenía mis mismas dudas y mis mismos miedos.
- ¿Acaso no los tenemos todos?
- Eso parece. Hemos quedado para hablar.
- Me alegro.
- Yo también. ¿Crees que saldrá bien?
- No puedo saberlo.
- ¿Pero lo deseas?
- Lo deseo.
- ¿Por mí?
- Por ti.
- Gracias.
- De nada.
- Aun no me has dicho tu nombre.
- Tú tampoco el tuyo.
- Es verdad.
- ¿Crees que ahora tiene importancia?
- Supongo que ya no.
- Eso es.
- Eso es.
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