Golpeo la puerta de su casa una y otra vez, furioso. La golpeo hasta que me duele la mano, pero no me detengo. Y no me detengo porque empiezo a comprender que detenerse es empezar a morir. Anoche no habría pensado nada de esto, pero anoche no es hoy, y desde luego hoy no es ahora.
Monday, April 26, 2010
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