“Estás atrapado por las paredes que tú mismo construyes”.
Creo que con esta frase se podría resumir a la perfección “Las viudas de los
jueves”, una novela de Claudia Piñeiro en la que hace más de una semana no
puedo dejar de pensar. Porque hay ciertos libros que te atrapan, que te someten
y te obligan a pensar en ellos.
Imagina una urbanización a las afueras de buenos Aires, a
unos treinta kilómetros. Un lugar cerrado como un fortín lleno de chalets de
lujo, piscinas, pistas de tenis, campos de golf y vecinos adinerados. Un lugar
de donde no necesitas salir, un lugar para estar a salvo de la gente, de la
miseria, de la tristeza. Una urbanización donde todo está pensado: Las flores,
los parterres, las fiestas, los colegios donde los niños aprenden bien el inglés,
donde los sirvientes son cacheados a la salida para asegurarse de que no roban
nada. No, no hablo de ciencia ficción, hablo de un lugar que podríamos emplazar
en Madrid, en Barcelona, en cualquier ciudad donde haya gente rica que no
quiere juntarse con gente pobre. Altos de cascada, se llama ese lugar.
Allí viven varios matrimonios que inevitablemente se
acaban haciendo amigos, con sus estratos sociales, con sus líderes y bufones,
donde todo el mundo cumple una función social. Todos los hombres son altos
directivos de empresas y todas las mujeres asisten a variopintos cursos para
ocupar su tiempo libre: Jardinería, risoterapía, galas benéficas.
Pero la crisis económica del año 2000 llega a los hogares,
a todos, incluidos a los de altos de cascada. Y después el 11 de Septiembre con
sus aviones, y las empresas europeas comienzan a llevarse su dinero a entornos
más lucrativos, y esos ejecutivos que pasan los fines de semana hablando de la
bolsa mientras juegan al golf comienzan a perder sus trabajos y su vanidad.
Poco a poco, sus vidas comienzan a resquebrajarse.
¿Cómo actúan los ricos cuando creen que van a dejar de
serlo? ¿Cómo actúan las mujeres que ven peligrar su estatus económico? Diez
personajes en cinco parejas deben afrontar estos peligros. Pero no pueden
recibir ayudas de afuera, porque han quedado encerrados por las paredes que
ellos mismos han construido.
Escribo esto sin haber visto la película basada en el
libro, y con miedo de hacerlo. Porque yo sé cómo son el Tano, Martín, Mavi,
y Gustavo. Porque Claudia Piñeiro ha puesto un enorme talento y dedicación en dejármelo
claro. Prístino.
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