Hacía
un ruido monótono, tanto que podía llegar a adormecerte, como un mantra
repetido millones de veces. Los rodillos delanteros rotaban hacia dentro,
empujando las bolas hacia un tubo de succión que las llevaba al depósito
trasero. Cuando estaba lleno se encendía un piloto rojo junto al volante. Ese
era el momento de volver. Esto podía tardar alrededor de una hora. Durante ese
tiempo el sonido de los rodillos me ensoñaba. Mantenía la cabeza ocupada y
pensaba en mis clases, en el dinero que mis padres tenían que aportar para que
pudiera estudiar en la universidad, pero sobre todo pensaba en ella. Se llamaba
Carla. Era delgada, tenía un pelo lacio que le llegaba casi a la cintura y
mucha gente la consideraba altiva, pero yo creía que era tímida. Tenía los ojos
azul claro y trabajaba en la tienda de la entrada del campo vendiendo palos,
guantes, bolas y ropa deportiva. Como el mío, era un trabajo a media jornada
para compaginarlo con las clases.
Sunday, December 15, 2013
Subscribe to:
Posts (Atom)